La poesia e la sapienza del mondo, di Marco Ceriani

La hospitalidad de la escritura, por Carolina Villada Castro

¿Cómo vivir sin lo desconocido ante sí?
Char, El Poema pulverizado, 1947[1].

Este verso de Char vuelve una vez más al oído ante la interpelación que suscita una pandemia, su acontecer inesperado nos recuerda esa exigencia ética de responder a lo desconocido, a la que estamos invocados en nuestro diario vivir. Si bien el silencio es una necesidad para percibir mejor o, al menos, más atentamente; no obstante, el deseo de escribir estas líneas se debe al eco de algunos pasajes literarios y filosóficos, que nos dejaron invaluables conceptos e imágenes para recibir este nuevo desconcierto en su extrañeza.
O Sétimo Selo (1957), de Ingmar Bergman

Uno de esos primeros pasajes corresponde a Blanchot, cuyos textos nos instigaron a pensar la necesidad de la escritura literaria a partir de su exigencia de responder a lo insoportable, como lo inspirara su amigo Robert Antelme tras su experiencia en los campos de concentración y la escritura posterior de La especie humana (1947). En este contexto, la escritura literaria es esta palabra indestructible que persiste ante el dolor y muerte del otro para donarse, acoger su ausencia  y, de este modo, desviar el límite de su muerte. 
Blanchot nos bosqueja así una poética de la alteridad que recorre su narrativa y sus ensayos. A propósito en La conversación infinita (2008), con la figura del “hombre sin horizonte”, Blanchot desenvuelve un diálogo crítico con Lévinas para tratar la relación con el otro en la escritura, no en tanto semejante y próximo en busca de una unificación, identificación o fusión; sino en tanto radicalmente otro, esto es, en su singularidad irreducible, en su extrañeza, tal como acontece con la muerte o el sufrimiento de cualquier anónimo: “Bien sabemos que, cuando un hombre muere cerca de nosotros, aunque fuere el más indiferente de los seres, en ese instante, para nosotros, es el Otro para siempre”[2]. En este contexto, la relación con el otro nos deja fuera de nuestros horizontes de saber o comprensión; más aún, de toda forma de poder ante su ausencia y la imposibilidad de dar testimonio en primera persona. Escribir es acoger justamente esa “extrañeza entre nosotros”[3]. 
La escritura literaria se torna entonces el espacio de este habla anónima y plural de los ausentes, la responsabilidad del escritor es donar su voz al ausente dado que, según Blanchot, solo el “morir del otro me concierne”[4]. La responsabilidad de la escritura ante el morir y el sufrimiento del otro convierte el espacio literario en un espacio de hospitalidad y al escritor en esta singularidad temporal o provisional, este que dona su voz transitoria a estos ausentes que interpela pero no responden; a esta lejanía en la que su voz yerra y se disemina por la reverberación de sus ausencias y el rechazo de cualquier forma de sustitución. Por tanto, no se trata de hablar “por” el ausente o “en el lugar” del ausente; al contrario, se nombra apenas esa ausencia y su inaccesibilidad para no apropiársela: “el decir dona y da respuesta, respondiendo a lo imposible y por lo imposible”[5]
La hospitalidad en juego en la escritura literaria consiste, por tanto, en esta comunidad con el ausente, anónimo, sin nombre, cuya muerte ex-centra e interpela el pensamiento de aquel que escribe, reverbera entonces esta voz neutra o en tercera persona – en términos de Benveniste[6], esta no-persona o punto cero en el lenguaje que, no obstante, remite a otros enunciadores, de voz a voz. De ahí, que este habla en tercera persona consista, más bien, en un habla plural[7], índice de otras voces, susurros de estas ausencias que acoge entonces el espacio literario abdicando de cualquier tentativa de apropiación, para afirmar contrariamente su alteridad. Al respecto apunta Blanchot: “el otro es siempre prójimo, el prójimo es siempre otro, liberado de la propiedad, de cualquier sentido propio, por tanto más allá de cualquier huella de verdad y de cualquier signo de luz”[8].
Paul Celan
La hospitalidad de la escritura refiere, por tanto, a esta comunidad literaria con los ausentes, una comunidad intempestiva, sin promesa ni contrato, sin ley, medida común o mediación; lo común en esta comunidad “sin comunidad”[9] para usar el oxímoron de Blanchot es, precisamente, la afirmación de esta singularidad irreducible del ausente, su reserva, su lejanía, su silencio. 
Esta responsabilidad literaria con el ausente nos conduce a un inevitable pasaje filosófico, me refiero al concepto de responsabilidad y hospitalidad incondicional de Derrida en El siglo y el perdón (2003)[10], esta responsabilidad que sobrepasa el contrato social y el Estado. Paralelamente, la responsabilidad de la escritura literaria con el ausente no se reduce a la del testimonio jurídico que termina sujeta al pacto social, al reconocimiento del soberano o a una ley unificadora y totalizadora que frecuentemente olvida a los otros, extraños y extranjeros a su orden social. Al contrario, el habla plural de la literatura acoge la singularidad del ausente, no pretende descubrir su reserva ni apropiar su silencio; su relación no es contractual, sino poética; su objetivo no es la transacción moral ni jurídica, sino la responsabilidad incondicional y la donación a su alteridad. De ahí que la potencia del poema sea esta escritura próxima a la ceniza o a la ruina[11], huella de esa alteridad siempre fragmentaria que oscila entre la desaparición, la fragilidad y la diseminación, tal como instigaran los poemas de Celan.
El último pasaje es a través de un poema de Ungaretti, Se tu mio fratello:
Se tu mio fratello (1937)[12]
Si tú, hermano mío[13]
Se tu mi rivenissi incontro vivo,
Con la mano tesa,
Ancora potrei,
Di nuovo in uno slancio d'oblio, stringere,
Fratello, una mano.

Ma di te, di te più non mi circondano
Che sogni, barlumi,
I fuochi senza fuoco del passato.

La memoria non svolge che le immagini
E a me stesso, io stesso
Non sono già più
Che l'annientante nulla del pensiero.
Si regresaras hacia mí vivo,
Con la mano tendida,
Aún podría,
De nuevo, en un arranque de olvido, estrechar,
Hermano, una mano.

Pero de ti, de ti ya no me circundan
Sino sueños, vislumbres,
Los fuegos sin fuegos del pasado.

La memoria no despliega sino imágenes
Y a mí mismo yo mismo
No soy ya más
Que la anonadante nada del pensamiento.

El poema despliega un diálogo entre el yo lírico y un tú ausente: el hermano muerto. El cronotopo corresponde a la invocación y al recuerdo. Entre sus figuras se destaca el juego metafórico y metonímico entre la memoria y el olvido, el deseo y la ausencia, el sueño y el anonadamiento. Asimismo el hipérbaton, el oxímoron y la gradación de motivos: sueños, vislumbres, fuegos sin fuego del pasado, imágenes y la nada del pensamiento. El yo lírico inicia invocando ese tú ausente del que apenas retorna la imagen del sueño, el destello de un deseo, la desconcertante ausencia. No obstante, al invocar y nombrar esta misma ausencia, el yo lírico  lo acoge en el poema, incluso la voz poética se disloca hacia al final en un impersonal: “No soy ya más/Que la anonadante nada del pensamiento”(Non sono già più/ Che l'annientante nulla del pensiero). 
Retrato de Ungaretti, por Mino Maccari

De este modo, la hospitalidad del poema permite no solo nombrar al ausente, sino acoger su ausencia a la vez que descentrar el yo lírico, de quien apenas queda una voz excedida ante la experiencia del dolor y el anonadamiento. La hospitalidad del poema se dona, por tanto, al “otro” como ausencia, deseo del sueño, espejeo de las imágenes del recuerdo, a su lejanía y extrañeza. 
El poema permanece como resto, ceniza o ruina, que hoy en el contexto de una pandemia, nos recuerda la hospitalidad incondicional de la escritura.


[1] Char, R. (1947). Le Poème pulvériséFontaine.
[2] Blanchot, M. (2008). La conversación infinita. Isidro Herrera (trad.). Arena libros, p. 90.
[3] Ivi, p. 85.
[4] Blanchot, M. (1994). El paso (no) más alláCristina Peretti (trad.). Paidós, p. 153.
[5] Blanchot, M. (1980). L´écriture du désastre. Gallimard, p. 37. Las traducciones del francés al español son nuestras.
[6] Cf. Benveniste, E. (1997). Problemas de lingüística general I , II. Juan Almerla (Trad.). Siglo XXI editores.
[7] Cf. Blanchot, M. (2008). La conversación infinita, cit.
[8] Blanchot, M. (1980). L´écriture du désastre, cit., p.70.
[9] Ivi, p. 208.
[10] Cf. Derrida, J. (1999). “Le siècle et le pardon”. En: Le Monde des Débats, Décembre 1999.
[11] Cf. Derrida, J.(2002) . Schibboleth. Para Paul Celan. Jorge Pérez (trad.). Editora Nacional.
[12] In Ungaretti, G. (1947). Il dolore. Mondadori, p. 14.
[13] Sologuren, J. y Belli, C. (Eds.).(2006). Poesía italiana del siglo XX. (Trads. Sologuren y Belli). Editorial Universidad de Antioquia, p. 82.


como citar: CASTRO, Carolina Villada. “La hospitalidad de la escritura”. In Literatura Italiana Traduzida, v.1., n.6, jun. 2020.Disponível em

https://repositorio.ufsc.br/handle/123456789/209671